SÍNDROME
DE ASPERGER
El síndrome
de Asperger (SA) está reconocido por la organización mundial de la salud como
un trastorno generalizado del desarrollo (TGD) de carácter crónico y severo,
que implica la alteración cualitativa del desarrollo social y comunicativo e
intereses restringidos y estereotipados producto de la rigidez mental y
comportamental. No lleva asociado retraso mental o retraso grave del lenguaje.
Está encuadrado dentro de los trastornos del espectro
Autista (TEA). Las características que describen un cuadro de SA se organizan
principalmente en tres áreas que son comunes en los TEA.
Dificultades en el área de
comunicación y lenguaje
Las dificultades
en el lenguaje que observamos en las personas con SA, se refieren a los
aspectos pragmáticos del mismo, es decir a la regulación social.
Formalmente suelen presentar un lenguaje demasiado correcto
o incluso pedante con un vocabulario muy rico. El problema es que les cuesta
trabajo adaptar este lenguaje al contexto social en el que se encuentran. Como resultado,
le pueden hablar de la misma manera a un compañero de clases, a un profesor o a
sus padres.
El lenguaje metafórico es algo en lo que también presentan
problemas. Los dobles sentidos, ironías, frases hechas, refranes, etc., escapan
en general a su comprensión. Se sienten incómodos e inseguros cuando nos
dirigimos a ellos utilizando estas expresiones.
Presentan alteraciones en la entonación. Esta no suele ser
acompañar la carga emocional del contenido del mensaje. Igualmente, les cuesta
controlar el volumen de la voz y adaptarlo adecuadamente al contexto.
En cuanto a la comunicación, tienen dificultades en las
habilidades conversacionales en general. Les cuesta trabajo iniciar las conversaciones,
mantenerlas y terminarlas de manera adecuada; encontrar temas adecuados sobre
los que hablar así como tener en cuenta la información que el interlocutor
maneja en cada caso. Las conversaciones suelen girar en torno a su tema de
interés al que vuelven de manera obsesiva.
Dificultades en las relaciones
sociales y reciprocidad.
Nuestro mundo
de relaciones sociales está ordenado por normas y convenciones sutiles, implícitas,
llenas de excepciones y condicionantes según el contexto. La mayoría de estas
normas las aprendemos por ensayo y error. En caso de deuda utilizamos nuestra
capacidad de imaginar cómo puede pensar, sentir u opinar la otra persona. Lo hacemos
de manera tan automática, que no nos damos cuenta. De esta manera somos capaces
de ir regulando nuestro comportamiento con otras personas y grupos.
Las personas con SA
tienen importantes dificultades en esa capacidad de imaginar los pensamientos,
sentimientos y opiniones de otras personas. Tienen un pensamiento literal y
rígido. Pegado referido a los hechos concretos, por lo que les resulta muy complicado
extraer ideas o conclusiones que no se muestren de manera explícita. Y la mayoría
de las veces, nuestro mundo social, es de todo, menos explícito y claro.
Estas circunstancias hacen que se muevan en un mundo social
donde las normas y reglas les son desconocidas. Normalmente las terminan
aprendiendo y empleando pero de manera mecánica y rígida, como quien aplica una
receta. Para ellos es un mundo impredecible en el que se sienten vulnerables e
inseguros.
Es falsa la creencia de que en general las personas con SA rechazan
el contacto y las relaciones con otras personas. Igual que todas las personas
tienen la necesidad de relacionarse y pertenecer a un grupo de iguales, pero
carecen de las habilidades para ello. Intentan compensar comportándose de forma
excesivamente formal. Muchos se esfuerzan por ser sociales y acercarse a ñas
personas, pero terminan haciéndolo con torpeza. No saben interpretar las
señales no verbales de lo que es adecuado o lo que se espera de ellos, por lo
que pueden terminar comportándose de manera antisocial.
Es mucho el estrés y la demanda social a la están sometidos
durante cada jornada escolar. Las dificultades de comprensión social, hacen que
vivan continuas situaciones de malentendidos y meteduras de pata, que a menudo
ni siquiera entienden. No es extrañar que en ocasiones terminen por preferir
estar solos y aislarse.
Inflexibilidad mental y
comportamental.
Tienen dificultades
para generar alternativas diferentes de manera espontánea. Por esta razón las
rutinas y ambientes predecibles les dan seguridad y tranquilidad. Suelen tener
poca imaginación y creatividad en cuanto a los juegos. Prefieren juegos
mecánicos. Terminan desarrollando igual que sus compañeros el juego simbólico
aunque más tarde. Cuando han entendido el funcionamiento de un juego o tarea se
vuelven rutinarios y repetitivos, queriendo jugar siempre del mismo modo y
aplicando las reglas con inflexibilidad.
Suelen tener un tema de interés inusual en su contenido o
intensidad. Les gusta coleccionar elementos o información sobre este tema de
interés del que pueden convertirse en verdaderos expertos.
Además de las tres áreas descritas, las personas con SA
presentan muy a menudo afectada el área de la coordinación motriz tanto gruesa
como fina. Esto se manifiesta en rutinas y praxias de precisión como la
escritura, trabajos manuales, aprendizaje de instrumentos musicales, abrocharse
botones, cremalleras o hacerse el nudo de los zapatos. En cuanto a la gruesa
observamos una torpeza motriz generalizada, una costosa coordinación general,
formas peculiares para andar o correr y pocas habilidades deportivas en
general.
Esta, o una similar, es la definición que fácilmente podemos
encontrar en cualquier artículo sobre SA.
Pero:
Ø
¿Cómo
es en la práctica un niño o adolescente con SA?
Ø
¿Qué
es lo que nos llamará la atención?
Ø
¿Qué
necesitará de nosotros?
¿Qué observan los profesores
de educación infantil?
·
En el
recreo juega solo, corre o deambula por el patio; no suele buscar a otros niños
para jugar; pasa el tiempo con actividades inusuales como buscar insectos o
recoger objetos del suelo.
·
Las relaciones
con los compañeros son escasas o inexistentes.
·
No suele
permanecer atento en el tiempo de clases, se suele levantar, deambular por el
aula o iniciar actividades de su interés en solitario.
·
En cuanto
a conceptos y contenido no tiene grandes dificultades, está dentro de la media
del grupo o incluso por encima.
·
A menudo
hay que llamarlo varias veces por su nombre antes de que atienda, especialmente
si está jugando con algo que le guste mucho.
·
Cuando
se le dice “no” a algo, puede llorar o gritar de manera desproporcionada.
·
Nada
lo consuela, no sirven las explicaciones ni las recompensas. A veces solo se
calma cuando llega su madre.
·
Puede
tener problemas con los compañeros. Cuando los otros niños no hacen lo que él
quiere o espera, a veces les pega o llora.
·
Dificultades
en psicomotricidad fina. No le gusta colorear, se niega y se bloquea.
·
Su atención
es muy pobre y dura poco tiempo. Pierde fácilmente el sentido de la tarea. Necesita
al adulto a su lado.
·
Falta
de iniciativa en la resolución de problemas simples. Si le falta un material,
no pide ayuda. Se queda quieto hasta que un adulto le pregunta qué le ocurre o
le da directamente lo que necesita.
·
Los cambios
en las rutinas son un problema que fácilmente acaban en rabietas y llanto. Se pone
muy nervioso y alterado cuando hay un profesor nuevo o rechaza hacer
actividades nuevas.
¿Qué observa un profesor de
primaria?
·
Juega
solo en el recreo, suele correr o deambular en solitario por el patio. Algunas veces
se acerca a algún grupo de compañeros e intenta hacer lo mismo que hacen ellos,
pero no termina de participar al mismo nivel.
·
No tiene
amigos o grupos de amigos con el que le guste estar o jugar en el recreo.
·
A pesar
de llevar varios cursos juntos, todavía no sabe el nombre de la mayoría de sus
compañeros.
·
Es propenso
a tener conflictos con los compañeros por malentendidos. Está continuamente a
la defensiva pensando que los otros niños lo quieren molestar.
·
Es desorganizado
en su trabajo. Se distrae con mucha facilidad.
·
La mesa
de trabajo y la mochila son un caos. Ambas están llenas de folios y papeles sueltos
y arrugados. A menudo le falta material. Los libros y cuadernos suelen estar en
casa cuando deben estar en clases y viceversa.
·
Tiene
muy mala letra y los cuadernos están sucios y desordenados.
·
Interrumpe
en clases para decir cualquier cosa que se le pase por la cabeza. Algunas veces
está relacionado con lo que hablamos y otras no.
·
Cuando
algo no le interesa no hay manera de que trabaje. Sin embargo, hay cosas en las
que es asombroso lo mucho que sabe.
·
Cuando
las cosas (exámenes, actividades, etc.) no salen como él quiere se enfada muchísimo,
a veces incluso se quiere ir de la clase.
·
No acepta
que le corrijan o le digan que se ha equivocado en algo y tiene que borrarlo. Puede
llegar a tener una rabieta por eso.
·
A menudo
parece estar perdido en la rutina de clases. Tarda un buen rato en enterarse de
lo que tiene que hacer.
¿Qué observan los profesores
de secundaria?
·
Suele
estar solo en los recreos. Busca a profesores o adultos con los que hablar.
·
El resto
de compañeros de la clase lo rechazan o ignoran, lo ven raro.
·
La relación
con los compañeros a veces es conflictiva. Tiene reacciones desproporcionadas
cunado un compañero le hace algún comentario que é interpreta como ofensivo o dañino.
Es demasiado suspicaz y los compañeros están cansados.
·
Mala
letra y presentación caótica.
·
Hay asignaturas
en las que está muy perdido aunque en tras le va muy bien.
·
Nunca
pregunta una duda ni participa / no deja de interrumpir. (podemos encontrar
casos en de un extremo a otro).
·
No apunta
los deberes en la agenda, ni tampoco las fechas de exámenes.
·
Tiene
lenguaje demasiado pedante y correcto.
·
En ocasiones
habla a los profesores con demasiada familiaridad, como si fueran colegas.
Estas son algunas de las descripciones más
habituales que suelen describir los profesores cuando hablan de sus alumnos con
SA diagnosticados o en proceso de diagnóstico.
Como se puede observar fácilmente, la que se suele repetir
invariablemente es la soledad, la desconexión del grupo de iguales. Desde el
juego aislado en infantil hasta finalmente la búsqueda del adulto en
secundaria.
Aunque toda la organización del sistema educativo gira en
torno a la adquisición adecuada de contenidos y competencias, para las personas
con SA, lo que le crea mayor demanda y estrés constante es la exigencia social
del entorno, para la que no están preparados.
¿Qué hacemos cuando
sospechamos que tenemos un alumno con Síndrome de Asperger?
Es seguro
que antes o después, nos encontraremos a algún alumno al que no sepamos muy
bien que le pasa, pero que tengamos la certeza de que algo ocurre. Si creemos
que se parece en algo al perfil que hemos descrito anteriormente.
¿Qué hacemos?
Podemos comenzar
por pasarle alguna prueba de screening. Estas pruebas son pequeños test que
puede completar cualquier persona del entorno del alumno. No da un diagnóstico
ni sus resultados son concluyentes. Son solo un instrumento, con el que ir
viendo si nuestras sospechas van bien encaminadas o por el contrario debemos
pensar en otras hipótesis.
Las pruebas de screening habituales son las siguientes:
Para nivel infantil: Aunque algunos manuales recomiendan el M-CHAT,
éste no es un buen instrumento para SA, pues suelen pasarlo fácilmente.
Primaria: Escala Australiana de Gilberg.
Secundaria: ASSQ (Cribaje para espectro autista).
Si estas
pruebas nos indican que nuestras sospechas están fundamentadas, tendremos una
referencia para poder dar el siguiente paso; hablar con la familia. Es el más
importante y a la vez delicado. Nunca es fácil decirles a unos padres que
pensamos que su hijo tiene algún problema importante. Sin embargo, es
absolutamente necesario que lo hagamos para poder iniciar el camino que llevará
a atender al alumno de la mejor manera posible.
Las reacciones de la familia pueden ser muy variada. Desde la
negación y el enfado con el profesional que se lo comunica, hasta la rápida
actuación y cierto alivio al ver que alguien empieza a poner nombre a sus preocupaciones.
Es posible que necesiten un tiempo antes de ponerse manos a la obra o que lo
hagan inmediatamente. Es un proceso complicado y que cada persona y familia
realiza lo mejor que sabe. El papel del profesor es acompañarles en ese
proceso, aconsejarles y orientarles, respetando siempre sus necesidades.
A partir de aquí, el siguiente paso es obtener un
diagnóstico clínico profesional. Este será el diagnóstico que determine si
existe una patología y de cuál se trata. Este diagnóstico se puede obtener a
través del sistema sanitario público, acudiendo al pediatra que derivará el
caso a la unidad de salud correspondiente.
Educativamente también será necesario iniciar el proceso de
valoración Psicopedagógica correspondiente, por el que se determinen cuáles son
las necesidades concretas del alumno y sobre todo cuales son las actuaciones más
adecuadas.
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