viernes, 18 de marzo de 2016

El lenguaje humano


EL LENGUAJE HUMANO
                                                                                                                Carlos A. Loprete

En los tiempos actuales, el estudio del lenguaje humano ha sido tomado como objeto propio de diversas disciplinas. Cada ciencia o arte lo aborda desde un punto de vista distinto y particular, de manera que el panorama académico se presenta complejo. La carencia de límites precisos entre una disciplina y otra complica la situación, pues se producen superposiciones de ámbitos entre algunas de ellas.
Esta situación se explica porque prácticamente ninguna de estas disciplinas ha llegado a un punto definitivo y categórico en la determinación de su objeto y métodos propios y porque, además, todas ellas se encuentran en proceso de desarrollo y evolución.
Con todo, se hace necesario poner algún orden o delimitación en estos campos, aun a título provisional, para clarificar el panorama. No menos de diez categorías de científicos y profesionales se ocupan del tema, a saber:

Científicos puros o especulativos:

1.    Gramáticos, porque el conocimiento teórico de una lengua es un fundamento ineludible para dictaminar sobre el uso correcto del ella.
2.    Lingüistas, puesto que su objeto específico es el estudio de las lenguas en sí.
3.    Antropólogos culturales, ya que la lengua es un componente de la cultura, y como tal, refleja las características de una comunidad.
4.    Filósofos, porque toda palabra representa conceptos y pensamientos, y en esta condición, remite a diversos temas de la filosofía, como la relación entre pensamiento y lengua, origen del lenguaje, etc.
5.    Psicólogos, porque todo signo lingüístico es la expresión de un contenido psíquico, y como tal, refleja de alguna manera la interioridad espiritual del ser humano.

Científicos pragmáticos y profesionales:

6.    Foniatras y Fonoaudiólogos, para poder corregir vicios en la comunicación oral.
7.    Ingenieros en comunicación e informática, por la necesidad de transmitir mensajes lingüísticos, escritos u orales, a través de codificaciones exigidas por un instrumento de trabajo.
8.    Comunicadores sociales (políticos, religiosos, trabajadores sociales, vendedores, etc.), porque del dominio de las habilidades expresivas depende en gran medida el éxito de sus tareas.
9.    Artistas (escritores, poetas, dramaturgos, oradores, etc.), puesto que la belleza de toda pieza literaria tiene uno de sus fundamentos en el uso de la lengua.
10.  Profesores (de lengua nativa, lengua extranjera y literatura), porque el ámbito propio de su actividad es el lenguaje aplicado.

Algunas reflexiones esenciales sobre el lenguaje humano pueden servir para derivar de ellas principios útiles y aplicables al aprendizaje.
En primer lugar, la seguridad de que el lenguaje humano, en la opinión de casi todos los lingüistas, es la expresión de ideas por medio de sonidos combinados en palabras, y de palabras en oraciones, y que esta combinación se corresponde con una equivalente combinación de pensamientos.
Toda persona, normal física y mentalmente, adquiere en su niñez la habilidad necesaria para hacer uso de este lenguaje, como hablante y oyente. Este sistema lingüístico le permite funcionar dentro del grupo social de pertenencia, expresar sus sentimientos, emociones y demás contenidos psíquicos e influir en la actividad de los otros.
Este sistema de comunicación es siempre personal; nadie habla exactamente igual que otro. Para expresar el fenómeno se ha acuñado el término idiolecto, que designa la lengua propia de cada individuo. Este idiolecto, a su vez, es adquirido por cada niño dentro del grupo familiar y los demás conjuntos humanos dentro de los cuales crece. Algunas personas, además de esta lengua materna, pueden adquirir otra por aprendizaje, pero la mayor parte de los seres humanos permanece monolingual durante toda su existencia.
El lenguaje articulado es específico del hombre, y ningún otro ser animal dispone de semejante mecanismo de comunicación verbal. Algunas especies pueden comunicarse mediante sonidos, ruidos u otros medios, como las abejas por ejemplo, pero ninguna tiene la capacidad de expresar prácticamente sin restricciones la totalidad de sus ideas, u menos aún, de generar nuevas formas de lenguaje a partir de las adquiridas en su primer infancia. Productividad y creatividad son así dos rasgos distintivos del lenguaje humano.
Por medio del lenguaje el ser humano interactúa con sus semejantes, y a la luz de esta constatación, el lenguaje adquiere el valor de instrumento de comunicación, no sólo dentro de un tiempo presente, sino también con el pasado y el futuro. El lenguaje humano ha hecho posible la acumulación de la cultura producida por la humanidad a través de los siglos y sirve de vehículo transmitente de los tiempos futuros. En otras palabras, la vida humana es inconcebible sin el uso del lenguaje.
Muchos científicos han sostenido que el lenguaje es la expresión del pensamiento, y en relación con este tema, ha surgido la controversia. No hay pluralidad suficiente hasta el momento para decidir exactamente la relación final de pensamiento y lengua. Lo cierto es que puede afirmarse que la lengua no sólo tiene la capacidad de expresar juicios y preguntas sobre pensamientos ya elaborados, sino que además el hombre desarrolla su racionalidad junto con su habilidad de hablar. Los pensamientos ya elaborados pueden expresarse con formas lingüísticas, pero también la adquisición de vocablos y oraciones comporta la asimilación de los nuevos pensamientos contenidos en ellos.
Los lenguajes son estructuras complicadísimas. La descripción de un lenguaje a partir de las formas escritas, por científicas que sean, es incompleta y omite el hecho de que representa en última instancia la expresión de la competencia individual de cada escritor en el uso de la lengua y que, en definitiva, el corpus primero es el hablado, sobre el cual se construye la estructura sistemática de la gramática. Toda gramática termina siendo racional, y por lo tanto, incompleta, porque el lenguaje humano no consta sólo de contenidos o de formas lógicas.
La lengua es, por otra parte, el aspecto más obvio del lenguaje humano, pero no es todo el lenguaje. En efecto, el lenguaje está constituido también por otros elementos no lingüísticos o paralingüísticos, para decirlo con palabras más científicas y actuales, como son los sonidos vacíos de contenido, los agregados somáticos (gestos, ademanes, movimientos), las variantes semánticas introducidas por los distintos significados atribuibles a cada palabra, por la entonación y la connotación, principalmente. Cuán importantes son los aspectos no verbales del lenguaje y la influencia de un interlocutor dentro del proceso de la comunicación humana, puede comprenderse al comparar las sustanciales diferencias existentes entre una página escrita, una conversación cara a cara y un diálogo por teléfono.
El lenguaje puede ser usado mediante formas escritas u orales. El hombre nace para comunicarse oralmente y la civilización lo perfecciona al agregarle la condición de escribiente. Desde los primeros tiempos el hombre habló, pero su escritura no se remonta más allá de los 5.000 años. Durante siglos la cultura humana se transmitió en forma hablada o cantada y muchos lenguajes no tienen aún alfabetos ni gramáticas escritas. Los lingüistas sostienen que es una falacia afirmar que los lenguajes iletrados son más primitivos, rudos y pobres que los de pueblos letreados. La riqueza espiritual de un pueblo, y quizás de algunas personas, no depende de su competencia para escribir, sino más bien de su habilidad de hablar y escuchar. Esto significa que la escritura y riqueza de una lengua ha sido condicionada más por los requerimientos del hablar que del escribir.
El ser humano no hereda la capacidad para hablar una lengua determinada en particular, sino que nace con la capacidad necesaria y suficiente para adquirir cualquier idioma, según sea el ámbito en que transcurra principalmente su primera edad, cuando se constituye el lenguaje articulado. Es seguro que todo individuo nace  con la facultad innata de adquirir un lenguaje, usar de él y expresarse gramaticalmente.
Esta habilidad para hablar está íntimamente relacionada con la habilidad para conceptualizar, aunque no esté claro todavía cuál sea la naturaleza de esa relación. Pero el desarrollo de esta habilidad no puede desconectarse del estilo individual de cada persona, que distingue a un hablante, a un escritor de otro. Si a estas inexplicadas todavía diferencias individuales se agregan los refinamientos incorporados por la cultura contextual y la contribución del aprendizaje, resultará evidente que el lenguaje es mucho más que el instrumento de la mera comunicación humana o de la expresión personal y se ha convertido en el vehículo principal de la humanización de los individuos.

  
 

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