EL
LENGUAJE HUMANO
En los tiempos actuales, el estudio del lenguaje humano ha
sido tomado como objeto propio de diversas disciplinas. Cada ciencia o arte lo
aborda desde un punto de vista distinto y particular, de manera que el panorama
académico se presenta complejo. La carencia de límites precisos entre una disciplina
y otra complica la situación, pues se producen superposiciones de ámbitos entre
algunas de ellas.
Esta situación se explica porque prácticamente ninguna de
estas disciplinas ha llegado a un punto definitivo y categórico en la
determinación de su objeto y métodos propios y porque, además, todas ellas se
encuentran en proceso de desarrollo y evolución.
Con todo, se hace necesario poner algún orden o
delimitación en estos campos, aun a título provisional, para clarificar el
panorama. No menos de diez categorías de científicos y profesionales se ocupan
del tema, a saber:
Científicos puros o
especulativos:
1.
Gramáticos,
porque el conocimiento teórico de una lengua es un fundamento ineludible para
dictaminar sobre el uso correcto del ella.
2.
Lingüistas,
puesto que su objeto específico es el estudio de las lenguas en sí.
3.
Antropólogos
culturales, ya que la lengua es un componente de la cultura, y como tal,
refleja las características de una comunidad.
4.
Filósofos,
porque toda palabra representa conceptos y pensamientos, y en esta condición,
remite a diversos temas de la filosofía, como la relación entre pensamiento y
lengua, origen del lenguaje, etc.
5.
Psicólogos,
porque todo signo lingüístico es la expresión de un contenido psíquico, y como
tal, refleja de alguna manera la interioridad espiritual del ser humano.
Científicos pragmáticos y
profesionales:
6.
Foniatras
y Fonoaudiólogos, para poder corregir vicios en la comunicación oral.
7.
Ingenieros
en comunicación e informática, por la necesidad de transmitir mensajes
lingüísticos, escritos u orales, a través de codificaciones exigidas por un
instrumento de trabajo.
8.
Comunicadores
sociales (políticos, religiosos, trabajadores sociales, vendedores, etc.),
porque del dominio de las habilidades expresivas depende en gran medida el
éxito de sus tareas.
9.
Artistas
(escritores, poetas, dramaturgos, oradores, etc.), puesto que la belleza de
toda pieza literaria tiene uno de sus fundamentos en el uso de la lengua.
10. Profesores
(de lengua nativa, lengua extranjera y literatura), porque el ámbito propio de
su actividad es el lenguaje aplicado.
Algunas reflexiones esenciales sobre el lenguaje humano
pueden servir para derivar de ellas principios útiles y aplicables al
aprendizaje.
En primer lugar, la seguridad de que el lenguaje humano, en
la opinión de casi todos los lingüistas, es la expresión de ideas por medio de
sonidos combinados en palabras, y de palabras en oraciones, y que esta combinación
se corresponde con una equivalente combinación de pensamientos.
Toda persona, normal física y mentalmente, adquiere en su
niñez la habilidad necesaria para hacer uso de este lenguaje, como hablante y
oyente. Este sistema lingüístico le permite funcionar dentro del grupo social
de pertenencia, expresar sus sentimientos, emociones y demás contenidos psíquicos
e influir en la actividad de los otros.
Este sistema de comunicación es siempre personal; nadie
habla exactamente igual que otro. Para expresar el fenómeno se ha acuñado el
término idiolecto, que designa la lengua propia de cada individuo. Este idiolecto,
a su vez, es adquirido por cada niño dentro del grupo familiar y los demás conjuntos
humanos dentro de los cuales crece. Algunas personas, además de esta lengua
materna, pueden adquirir otra por aprendizaje, pero la mayor parte de los seres
humanos permanece monolingual durante toda su existencia.
El lenguaje articulado es específico del hombre, y ningún otro
ser animal dispone de semejante mecanismo de comunicación verbal. Algunas especies
pueden comunicarse mediante sonidos, ruidos u otros medios, como las abejas por
ejemplo, pero ninguna tiene la capacidad de expresar prácticamente sin
restricciones la totalidad de sus ideas, u menos aún, de generar nuevas formas
de lenguaje a partir de las adquiridas en su primer infancia. Productividad y
creatividad son así dos rasgos distintivos del lenguaje humano.
Por medio del lenguaje el ser humano interactúa con sus
semejantes, y a la luz de esta constatación, el lenguaje adquiere el valor de
instrumento de comunicación, no sólo dentro de un tiempo presente, sino también
con el pasado y el futuro. El lenguaje humano ha hecho posible la acumulación
de la cultura producida por la humanidad a través de los siglos y sirve de vehículo
transmitente de los tiempos futuros. En otras palabras, la vida humana es
inconcebible sin el uso del lenguaje.
Muchos científicos han sostenido que el lenguaje es la
expresión del pensamiento, y en relación con este tema, ha surgido la
controversia. No hay pluralidad suficiente hasta el momento para decidir exactamente
la relación final de pensamiento y lengua. Lo cierto es que puede afirmarse que
la lengua no sólo tiene la capacidad de expresar juicios y preguntas sobre
pensamientos ya elaborados, sino que además el hombre desarrolla su
racionalidad junto con su habilidad de hablar. Los pensamientos ya elaborados
pueden expresarse con formas lingüísticas, pero también la adquisición de
vocablos y oraciones comporta la asimilación de los nuevos pensamientos
contenidos en ellos.
Los lenguajes son estructuras complicadísimas. La descripción
de un lenguaje a partir de las formas escritas, por científicas que sean, es
incompleta y omite el hecho de que representa en última instancia la expresión
de la competencia individual de cada escritor en el uso de la lengua y que, en
definitiva, el corpus primero es el hablado, sobre el cual se construye la
estructura sistemática de la gramática. Toda gramática termina siendo racional,
y por lo tanto, incompleta, porque el lenguaje humano no consta sólo de
contenidos o de formas lógicas.
La lengua es, por otra parte, el aspecto más obvio del
lenguaje humano, pero no es todo el lenguaje. En efecto, el lenguaje está
constituido también por otros elementos no lingüísticos o paralingüísticos,
para decirlo con palabras más científicas y actuales, como son los sonidos
vacíos de contenido, los agregados somáticos (gestos, ademanes, movimientos),
las variantes semánticas introducidas por los distintos significados atribuibles
a cada palabra, por la entonación y la connotación, principalmente. Cuán importantes
son los aspectos no verbales del lenguaje y la influencia de un interlocutor
dentro del proceso de la comunicación humana, puede comprenderse al comparar
las sustanciales diferencias existentes entre una página escrita, una conversación
cara a cara y un diálogo por teléfono.
El lenguaje puede ser usado mediante formas escritas u
orales. El hombre nace para comunicarse oralmente y la civilización lo
perfecciona al agregarle la condición de escribiente. Desde los primeros
tiempos el hombre habló, pero su escritura no se remonta más allá de los 5.000
años. Durante siglos la cultura humana se transmitió en forma hablada o cantada
y muchos lenguajes no tienen aún alfabetos ni gramáticas escritas. Los lingüistas
sostienen que es una falacia afirmar que los lenguajes iletrados son más
primitivos, rudos y pobres que los de pueblos letreados. La riqueza espiritual
de un pueblo, y quizás de algunas personas, no depende de su competencia para
escribir, sino más bien de su habilidad de hablar y escuchar. Esto significa
que la escritura y riqueza de una lengua ha sido condicionada más por los
requerimientos del hablar que del escribir.
El ser humano no hereda la capacidad para hablar una lengua
determinada en particular, sino que nace con la capacidad necesaria y
suficiente para adquirir cualquier idioma, según sea el ámbito en que
transcurra principalmente su primera edad, cuando se constituye el lenguaje
articulado. Es seguro que todo individuo nace
con la facultad innata de adquirir un lenguaje, usar de él y expresarse
gramaticalmente.
Esta habilidad para hablar está íntimamente relacionada con
la habilidad para conceptualizar, aunque no esté claro todavía cuál sea la
naturaleza de esa relación. Pero el desarrollo de esta habilidad no puede desconectarse
del estilo individual de cada persona, que distingue a un hablante, a un
escritor de otro. Si a estas inexplicadas todavía diferencias individuales se
agregan los refinamientos incorporados por la cultura contextual y la
contribución del aprendizaje, resultará evidente que el lenguaje es mucho más
que el instrumento de la mera comunicación humana o de la expresión personal y
se ha convertido en el vehículo principal de la humanización de los individuos.
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